Testimonio: Choi Pablo
Este viaje misionero fue uno sorpresa para mí, a una semana de empezar el viaje yo no sabía que iba a ir. Había escuchado que el equipo tuvo varios inconvenientes durante la preparación y el accidente la hermana Marisa. Dios me dio un corazón de querer ayudarlos con lo que podía o por lo menos de lo que pensaba que podía ayudar (siempre hasta ahí), pero cuando un hermano me dijo de ir directamente al viaje, me quedé un poco sorprendido. Al principio pensé que era una joda, pero después vino el pastor también y ahí se puso seria la cosa. No había preparado nada, ni mi corazón.
Con un poco de pánico y emoción terminé aceptando igual estaba de vacaciones, me dije a mí mismo, “igual no tengo nada que hacer, ¿no?”.
En las reuniones que fui (dos) vi que habían preparado muchas cosas, desde charlas hasta
Estando ahí, primero Dios me mostró lo bendecido que soy. Empecé a agradecer las cosas que antes las tomaba como normales. Primero la caldera que pensaba que era una cosa común, pero al parecer no. Ducharse con agua tibia tirando a fría, tener que encender leña para calentar la caldera, buscar ramitas secas en todos lados, no tener una heladera ni un cuchillo de metal decente. Cada cosa chica que nos faltaba me hacia sentir muy bendecido. Mucha gente de ahí vive de esta manera y yo me quejo de que se me corta el internet diez minutos o que el wifi no me llega al cuarto mientras estoy tirado en mi cama calentito.
Desde chico no entendía a la gente que lloraba y moqueaba en los retiros, pensaba que orar era eso. Gran parte de mi vida cristiana sentía que yo no conocía a Dios porque no me salían lagrimas y mocos cuando oraba. Pero de verdad tenía esas ganas de conocerlo. Entonces empecé a orar para que me diera esas ganas de conocerlo y buscarlo. Así estuve como casi 2 años sólo orando en las noches y antes de comer, yendo a la iglesia los domingos y todas esas cosas que hacemos de costumbre. Hasta que un día agarré la Biblia que estaba juntando polvo, muchos libros cristianos que estaban de pisa papeles y los comencé a leer. Esperaba que Dios me cambiará como por un milagro pero creo que el
Cambiar en mi caso, es y sigue siendo una tarea difícil de todos los días. Esas palabras me hicieron reflexionar mucho.
Dios me hizo ver lo que es el verdadero evangelio; no es mi primer viaje misionero y tampoco va a ser el último, pero en este viaje entendí la importancia de ayudar a un hermano en necesidad y lo que poner en práctica las cosas que vine aprendiendo. Con tan sólo hablar y orar con esa persona, veía la paz en su rostro. ¡Cuánto más si los ayudábamos en servicio material y físico! Toda mi vida como cristiano estuve recibiendo de la iglesia, pero no lo compartía. Estuve siendo muy egoísta.
Tenía mucha teoría y conocimiento. Pero todo esto estaba en mi mente y no en mi corazón. Creo que ir de viaje misionero es una muy buena oportunidad de aplicar lo que uno aprende en la iglesia.
Antes, no entendía lo que era ser un cristiano, las prédicas se me hacían pesadas y el servicio, sin sentido, tampoco estoy diciendo que ahora me banco las prédicas de 1 hora. Pero eso me pasaba porque no entendía lo que significaba servirle a Dios verdaderamente.
Conocimos mucha gente que estaba obrando en esa zona, misioneros, pastores, estudiantes.
¡Dios obra en todos lados sin que nosotros sepamos! (y va seguir obrando sin nosotros).
Creo que el equipo que se formó en este viaje fue un grupo muy unido y muy bueno. Sin peleas, ni discusiones, resolvimos todo con humor y buena gana. Nos despertábamos riendo y nos dormíamos riendo. Nunca había visto tan buen trabajo en equipo. Él obró fuertemente en el pueblo y en el equipo. Usando cada una de nuestras diferencias y debilidades como fortalezas, nos apoyamos mutuamente con el objetivo en mente. Todo esto fue gracia de Dios.
En el pueblo de Colalao y el Pichao recibimos mucho amor y aceptación, cada vez que íbamos a las puertas a llamarlos nos invitaban a pasar. Los niños del colegio nos venían a saludar. Desde la última vez que fui, hace dos años, sentí una gran diferencia, sentí corazones más abiertos a escuchar de Dios. Antes, la gente no nos quería hablar. Ni nos atendían la mayoría de las veces, nos veían como un grupo de turistas más que pasaban por la zona. Pero esta vez fue diferente. Todo el esfuerzo de los equipos equipos misioneros anteriores están dando sus frutos ahora. La iglesia ahí se está comenzando a levantar por medio de la familia de los primeros conversos del pueblo de Colalao, los Cisneros y el Pastor Eduardo de Amaicha. Ana, la esposa de Jorge Cisneros, es el pilar de esa futura iglesia. Pido oración por ella y su familia que a pesar de todos los problemas económicos y familiares, ella sigue adelante confiando en el Señor.
Ahora que terminó el viaje misionero, para mi comienza la verdadera prueba. Donde la gente no es buena ni menos amable, donde en el trabajo y en el estudio es difícil ser cristiano. Pero Dios no nos mete en pruebas que no podemos pasar.
En conclusión creo que Dios obró mucho en mí y me mostró cosas que antes no podía ver
Gracias y bendiciones.